Pastelería San Antonio: La historia de dos amigos que hicieron realidad un gran sueño

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Todo gran sueño comienza con un soñador, pero en este caso fueron dos. Don José y don Emilio, inmigrantes españoles, fueron dos amigos inseparables que compartieron el sueño de tener una pastelería y la convirtieron en una verdadera tradición en Lima. Conoce la historia.

Hablar de la Pastelería San Antonio es hablar de calidad, tradición y servicio. Pero también es hablar de la historia de dos grandes amigos, que se unieron para hacer realidad un gran sueño: Fundar una pastelería que conquistara el corazón de los limeños. La historia comienza hace 65 años, cuando el español José Vila llegó al Perú proveniente de España, cargando una maleta de grandes ilusiones.

Desde siempre, don José soñó con tener una pastelería. Y lo deseo tanto que el destino le presentó a don Emilio Fernández Santa María, su paisano, que ya llevaba algún tiempo viviendo en nuestro país. Emilio era una persona con experiencia en los negocios, muy disciplinado y perseverante. Su contribución fue clave para que el negocio diera luz y se convirtiera rápidamente en uno de los lugares favoritos de los limeños.

«San Antonio» fue fundada sobre la base de una bodega que ya existía y que llevaba por nombre «Bodega El Pacífico». Los propietarios eran unos inmigrantes chinos, que incluso vivían y dormían dentro del negocio. Pero ellos no hablaban bien el español y se les hacía muy difícil comunicarse con sus clientes. Además, la bodega era pequeña y no contaba con un surtido de productos que le permitiera abastecer a la gran demanda de los vecinos de Magdalena.

Don José y don Emilio se dieron cuenta rápidamente que había una gran oportunidad de mercado y tras reunirse entre ellos tomaron la decisión de comprar el traspaso a los inmigrantes chinos.

Un sueño hecho realidad

Es así que los dos amigos españoles, junto a un equipo de maestros artesanos peruanos, abrieron las puertas de la Pastelería San Antonio un 21 de octubre de 1959 en el distrito de Magdalena. El nombre «San Antonio» no es una casualidad, estaba basado en la fe y el amor de sus fundadores. La fe de sus creencias, el amor al trabajo con sus semejantes y a la generación de empleos dignos y creativos.

El negocio empezó a dar sus frutos rápidamente gracias a la venta de pan y pasteles. Don José y don Emilio se preocuparon desde el inicio en brindar un trato esmerado y productos de calidad a sus clientes. Ellos sabían que esas serían las claves del éxito y no se equivocaron. En los años 60, la pastelería comenzaba a hacer conocida en Lima. No obstante, don José y don Emilio no solo mostraban interés por el lado empresarial, sino también por el capital humano de la empresa que habían conformado.

Tanto es así que los amigos crearon una filosofía orientada en el trato amable a la gente y que perdura hasta la actualidad. Los que los conocieron señalan que don José y don Emilio siempre mostraban una gran preocupación por el bienestar de sus empleados, a quienes consideraban como su familia.

A comienzo de los setenta, tomaron la posta del negocio los descendientes de estos entrañables amigos. Primero fue Sergio, luego vendría José Antonio y con el nuevo siglo Luciana, Rodrigo y Mauricio; de esta manera, ya son tres generaciones las que continúan manteniendo vivo el sueño y legado de don José y don Emilio.

Pandemia y actualidad

Cabe destacar que, durante la etapa más difícil de la pandemia, la Pastelería San Antonio se reinventó al convertirse en un minimarket, volviendo en cierta forma a sus orígenes. La emblemática pastelería compitió en el rubro de alimentos básicos con un formato físico y con servicio de delivery. De esta forma, pudo mantener a todo su personal de trabajo y sobrevivió a la crisis económica producida por la pandemia.

Actualmente, San Antonio cuenta con siete locales y le da trabajo a más de 700 colaboradores. Posee una fábrica propia y, según palabras de su actual gerente general, Rubén Sánchez, la compañía planea expandirse con nuevos establecimientos en las zonas de Lima Norte y Lima Este. Además, crearán una escuela de panaderos y pasteleros como parte de su plan de desarrollo sostenible.

Sin duda, hoy San Antonio mira el futuro con optimismo. Sus locales han vuelto a acoger a los clientes en un entorno seguro, destacando siempre la amabilidad de sus trabajadores y la calidad de sus productos. De esta forma, la marca mantiene vivo el legado de don José y don Emilio, los inseparables amigos que hicieron de una pastelería, una tradición en nuestro país.

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