La Fórmula 1, un mundo que presume de una gran excelencia técnica, no es inmune a la influencia de las tendencias. No puede explicarse de otro modo, dado que existen ciclos históricos que se repiten más o menos cada diez años.
Tras el récord de estabilidad del año pasado, con un mercado que no propuso ni un solo cambio en la alineación de equipos/pilotos de cara a 2024, ahora vuelve a haber una gran atención en el paddock por los jóvenes.
Sucedió en 2006/2007, con la llegada de un póker de gran calidad (Hamilton, Rosberg, Kubica, Vettel) luego se volvió a ver algo parecido en las temporadas 2018/2019 con la generación Norris-Russell-Leclerc-Albon. Destellos de interés separados por periodos en los que el parámetro «experiencia» se juzgaba como un elemento clave a la hora de valorar la elección de un piloto.
Para reavivar el interés siempre hace falta una chispa, y esta temporada ha ofrecido varias. Empezó con el debut sin previo aviso de Oliver Bearman en Jeddah, una circunstancia que cimentó la decisión de Mercedes de dar carpetazo al traslado previsto a Williams de Andrea Kimi Antonelli (compañero de Bearman en la F.2), que fue ascendido directamente al asiento de Lewis Hamilton.
Luego llegó el sorprendente debut de Franco Colapinto, que en el espacio de unas semanas pasó de ser un «objeto» misterioso a un piloto objeto de mucha atención, dentro y fuera de la órbita de Williams. Alpine también ha roto filas, ascendiendo al primer equipo a Jack Doohan, un piloto de su propio vivero.
En la Fórmula 1, una nueva variable no siempre es bienvenida. Cuando se trata de pilotos, una nueva entrada (especialmente un novato) se ve como un riesgo. Hay que forjar relaciones, hay que suavizar las cosas incluso para los más talentosos, y este trabajo extra se considera a menudo una molestia.
Sin embargo, muchos equipos disponen hoy en día de una herramienta muy útil para minimizar el margen de riesgo: los programas «junior», las academias creadas (con más o menos éxito) por casi todos los equipos desde hace casi veinte años. Sin embargo, no siempre se explotan al máximo, es decir, con un vínculo concreto y directo con la estructura de la Fórmula 1. En algunos casos, la relación se limita a la financiación de la carrera (en algunos casos total, en muchos otros parcial) en las fórmulas propedéuticas y a la lectura de los resultados.
Hubo mucho asombro ante el debut de Colapinto, una sorpresa que confirma cómo el mero análisis de los resultados en las categorías menores no es suficiente para hacerse una idea clara del potencial de un piloto. Campeón en la F.4 española (en 2019), el argentino continuó su camino hasta la F.2 sin futuros números de estrella.
Tercero en la Fórmula Renault Eurocup en 2020, sexto en la temporada 2021 en la Fórmula Regional, noveno y cuarto los dos años siguientes en la Fórmula 3. Aun así, Williams, justo a principios de 2023, decidió incluirle en su Academia, guiándole hasta la temporada de F2 (aún en curso) donde los resultados fueron buenos pero no llamativos. Una victoria en Imola, dos segundos puestos en Barcelona y Spielberg.
A la hora de buscar un sustituto para Logan Sargeant en el paddock, se pensó que el candidato perfecto era Mick Schumacher, un gran nombre, dos temporadas a sus espaldas e incluso algún patrocinador de por medio. Era la opción esperada también por parte de Mercedes (que presume de una asociación técnica con Williams que va más allá del suministro de la unidad de potencia), pero el director del equipo, James Vowles, se decidió por Colapinto.
Franco también garantizaba apoyo financiero al equipo, pero no era la aguja de la balanza. Vowles ha estado en contacto con el argentino durante el último año, le ha seguido de cerca y también ha tenido la oportunidad de evaluar en detalle los resultados obtenidos en las categorías preparatorias, un mundo en el que Colapinto (al carecer de los presupuestos que exigen los equipos punteros) nunca ha tenido acceso a los equipos de primera línea.
No se trata sólo de conseguir que un joven vista los colores oficiales y esperar a que lleguen los éxitos en F3 y F2, para entender a quién tienes en casa hay que dedicarle tiempo, ofrecerle oportunidades, implicarlo y ponerlo a prueba. Esperar un informe del equipo para el que compite en las categorías menores forma parte del trabajo, pero no es todo lo que se necesita.
En el Gran Premio de Melbourne que abrirá la temporada 2025 habrá al menos cuatro pilotos que comenzarán su primera temporada completa en la Fórmula 1, Antonelli, Bearman, Lawson y Doohan, todos procedentes de programas junior. Se trata de una noticia positiva para los integrantes de las Academias, ya que tras años en los que la salida a la Fórmula 1 se limitaba a unas pocas excepciones, quizás hoy los equipos se hayan dado cuenta de que con una correcta gestión de los programas junior es posible encontrar en casa lo que en el pasado se buscaba en otros lugares, pilotos de reciclaje con gran experiencia pero con motivaciones muchas veces al límite sindical.
La recuperación de antiguos pilotos punteros ha garantizado en la mayoría de los casos pensiones de oro para los directamente implicados, pero en términos de resultados las operaciones han sido infructuosas, confirmando que hay un margen de riesgo en cada elección. Es justo que en la Fórmula 1 haya campeones como Fernando Alonso y Lewis Hamilton, pilotos cuya motivación nunca ha flaqueado, pero con veinte plazas disponibles es igual de justo que los que bajan la guardia puedan ser sustituidos por los que han hecho todo lo necesario para merecer una oportunidad.