Las aerolíneas y por ende los aviones, son una parte muy importante para las economías nacionales. No solo por la cantidad de gente que transportan que puede producir beneficios en otros sectores, sino por las propias compañías en sí, que son una fuente de riqueza y de empleo.
Cabe destacar que este tipo de prácticas ocurren en todo el mundo, aunque se agudiza en aquellos que tienen una especial posición en la industria aeronáutica mundial como podrían ser Alemania, Italia, Francia, España o Reino Unido dentro de Europa o Estados Unidos, esto solo por citar algunos ejemplos.
El sector aéreo es uno de los sectores de más valor añadido que existen y ese valor añadido no se mide únicamente en los numerosos puestos de trabajo directos que crean, sino también en los puestos de trabajo indirectos (que son muchísimos), en la aportación al I+D nacional, en aportaciones mediante impuestos, aportación a la balanza de importaciones y exportaciones y un largo etcétera.
Porque, aunque poco a poco empieza a haber más automatización en el sector, lo cierto es que sigue siendo un sector muy dependiente de la mano de obra, lo cual es muy apreciado para los países para tener una alta tasa de empleo. Por lo que sí, las aerolíneas están obligadas a comprar ciertos aviones.
Como acabamos de ver, las empresas del sector aeronáutico (ya sean aerolíneas o fabricantes) aportan mucho valor a las economías nacionales y eso es un trozo del pastel que nadie quiere dejar escapar. Sin embargo, para analizar este hecho podemos diferenciar dos hechos o partes por las cuales las aerolíneas están obligadas a comprar ciertos aviones: motivos económicos nacionales y motivos políticos a nivel internacional.
Para explicarlo mejor, nos vamos a fijar en dos modelos de aviones muy concretos, aunque realmente casi cualquiera sirve: el A380 y el KC-46. Ambos son aviones muy diferentes entre sí, de épocas diferentes, con mercados diferentes y con un target de mercado muy diferente. Pero tienen algo en común: se han comprado por obligación, el primero por las aerolíneas y el segundo por los estados.
El A380 estaba llamado a ser la revolución aeronáutica y, en cierta medida lo fue. Ha sido el ejemplo claro de lo que el ser humano puede hacer y que los límites de la ingeniería se pueden superar cuando hay voluntad para ello. Pero, más allá de eso, el avión ha sido un auténtico fracaso comercial y de ventas. Solo se han construido 254 unidades, cuando se estimaba que el mínimo para cubrir los astronómicos costes del programa era de 600 aviones. Y lo curioso de este avión, han sido los pedidos realizados.
En definitiva, ya sea por mantener buenos lazos políticos y de amistad entre países o por preservar las economías nacionales (o comunitarias), las aerolíneas no siempre tienen libertad total para decidir qué aviones les convienen y cuántos, sino que muchas veces se reciben presiones a los más altos niveles para favorecer unas decisiones u otras.