El anuncio que hacía oficial el acuerdo entre Adrian Newey y Aston Martin ofrecía poco que no se hubiera visto antes. Ese poco, sin embargo, es un pasaje importante. Entre las habituales frases de circunstancias está la verdadera noticia: «Newey ocupará el cargo de Socio Director Técnico y se convertirá en accionista del equipo Aston Martin Aramco de Fórmula 1».
Como ya es práctica habitual, no se ha revelado la duración del acuerdo, pero la entrada de Newey en el paquete accionarial del equipo crea un escenario muy diferente al de un acuerdo tradicional entre un equipo y un técnico de alto perfil.
Newey lleva tiempo considerando el último acuerdo de su carrera profesional. El próximo mes de diciembre cumplirá sesenta y seis años, y en los meses que se ha dado para evaluar las numerosas propuestas que ha recibido ha puesto todo sobre la mesa sabiendo que tiene que elegir su «último baile». Lawrence Stroll dará en la diana apostando por dos factores, a saber, un proyecto que está a punto de despegar con una estructura y unos socios de nivel absoluto, y la posibilidad de ofrecer una participación en el equipo.
Como hombre de negocios experimentado, Stroll se llevó el acuerdo a casa y se aseguró la presencia de Newey durante mucho tiempo, teniendo de hecho un nuevo socio capitalista. Para el «Genio» es la coronación de una carrera que le ha llevado a poseer una parte (no se sabe cuán grande) de un equipo de Fórmula 1. Hay un precedente: el histórico director técnico de Williams, Patrick Head, accionista de la escudería desde hace más de treinta años.
Algunos han visto en esta operación una forma de sortear las limitaciones impuestas por el tope presupuestario, especulando con que una contrapartida en acciones podría explotar una zona gris del reglamento financiero. Sin embargo, la figura de Newey debería ser sin duda una de las tres mejor pagadas del equipo, es decir, libre de las limitaciones del tope presupuestario.
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