Excelso trabajo artesanal el que será necesario para completar la personalización de cada una de las 750 unidades de la Bobber TFC que se pondrán a la venta en todo el mundo. Unas exclusivas motocicletas que contarán con una insignia sobre la tija de dirección con el número de serie grabado a mano, que se lucirá en cada caso con orgullo junto a una cuidadísima pintura con acabado bitono y detalles con textura parecida a la del mármol, pintados también de forma artesanal.
Y para dejar constancia de lo personal de cada uno de los trabajos de pintura, cada depósito de combustible estará firmado a mano en la parte inferior por el maestro pintor que se haya encargado de cada unidad de Bobber TFC en cuestión.
Componentes de lujo
Pero la Bobber TFC no se trata solamente de un ejercicio estético, ni mucho menos. Para dar prueba de ello no hay más que contemplar los componentes que forman su parte ciclo.
En materia de frenos, la bomba de freno radial delantera, una MCS 19/21 firmada por Brembo, ejerce su trabajo sobre dos pinzas radiales monobloque del mismo especialista, del modelo M50, y que muerden sendos discos de 310 mm de diámetro. El conjunto trasero está firmado por Nissin, con un gran disco de nada menos que 255 mm de diámetro.
Si los frenos están firmados por loe mejores especialistas, no podemos decir menos de las suspensiones: la horquilla es una NIX30 de Öhlins, con capacidad de ajuste en tres vías y con barras de 43 mm de diámetro (con tratamiento superficial antifricción) y 90 mm de recorrido en el eje de la rueda delantera.
El amortiguador trasero también es de la firma originaria de Suecia, pero en lugar del amarillo tradicional, encontramos en su resorte un sobrio color negro y un anclaje mediante bieletas. En el caso del conjunto trasero es posible regular tanto la extensión de hidráulico como la precarga del muelle.
El tono dorado del tratamiento de las barras de la horquilla luce a juego con diversos detalles estéticos también dorados, como los propios tapones superiores de la horquilla, las franjas del depósito y las tapas laterales, o incluso la cadena de la transmisión secundaria. A destacar también la fibra de carbono visible en los dos soportes del guardabarros delantero o en las propias tapas bajo el asiento. Y, por supuesto, en las protecciones térmicas y el embellecedor posterior de cada uno de los escapes Akrapovic que lucen en la Bobber TFC.
Motor específicamente adaptado
El propulsor de la Bobber TFC es el Bonneville 1200, con una compresión rebajada desde los 12,1:1 de los modelos más deportivos que lo equipan hasta los 10:1. Se cuenta también con unos parámetros de inyección que lo llevan a rebajar el régimen al que se alcanza la máxima potencia (78 CV) hasta solamente 6.000 rpm, con una curva de par motor de impresionante elasticidad, con 106 Nm a tan solo 3.750 rpm. Dichas curvas otorgan a la Bobber TFC un carácter muy personal, con una rotunda aceleración, pero sin brusquedades ni necesidad de estirar el motor hacia el corte.
Será mejor, desde luego, disfrutar del sonido que emiten los dos Akrapovic a bajo y medio régimen de giro. Un sonido que Triumph califica de “hot-rod”.
La nueva inyección, dotada con acelerador electrónico, añade a los conocidos modos de funcionamiento, Road y Rain, un tercero, denominado Sport, como ya sucedió con las Speed Twin 1200 RS. Como ella, dispone de embrague antirrebote asistido, y el cambio es de seis relaciones.
La ergonomía de esta Bobber TFC viene marcada por los estribos semiadelantados, por los semimanillares y por un asiento en voladizo y muy bajo. La posición de conducción busca control y disfrute a partes iguales, con ágiles cambios de dirección, algo a lo que contribuye notablemente la reducción en 5 kg de peso respecto a una Bobber estándar.
Con mucho estilo
La Bobber TFC no es solo exclusividad pura: se trata de un modelo con muchísima personalidad. Algo innegable al contemplar sus semimanillares, su asiento monoplaza en voladizo, o las llantas de radios, con un gran contraste entre su delgado neumático delantero en llanta 19” con el ancho 150/80 de la rueda trasera, en 16” de diámetro, con un notable balón. Algo que también queda patente al observar el cuidado aspecto del guardabarros trasero, que da la sensación de estar flotando sobre la rueda al anclarse en dos discretos puntos de la barra que va de un costado al otro del basculante. En Hinckley han querido hacer una moto única y, desde luego, lo han logrado.