En una jugada que intensifica la tensión comercial entre Norteamérica, Canadá decidió imponer un arancel del 25% a ciertos vehículos importados desde Estados Unidos que no cumplan con las normas de origen establecidas en el Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC).
La medida, anunciada por el primer ministro Mark Carney, es una respuesta directa a los impuestos aplicados previamente por el gobierno de Donald Trump a automóviles fabricados fuera de territorio estadounidense. «Actuamos con firmeza y estrategia ante una crisis comercial provocada por EE.UU.«, declaró Carney.
Según las disposiciones del T-MEC, un automotor solo puede gozar de libre comercio si al menos el 75% de sus componentes se produjeron en América del Norte. Los que no cumplan este requisito ahora enfrentarán un impuesto del 25% al ingresar a Canadá, un aumento drástico frente al 6,1% que se aplicaba anteriormente.

Una guerra comercial
Además, el gobierno canadiense extendió el gravamen a componentes utilizados en carros que sí cumplen con el T-MEC, siempre que esas piezas no provengan de Canadá o México. Sin embargo, a diferencia de las medidas estadounidenses, los repuestos sueltos no serán afectados, en un intento por minimizar el impacto en la industria local.
Esta escalada arancelaria no es nueva. En abril de 2024, EE.UU. impuso aranceles generales del 10% a múltiples productos, con tasas aún más altas para la Unión Europea (20%) y China (hasta 104%). Aunque Canadá logró evitar inicialmente estos gravámenes, las restricciones del 25% al sector automotor ya estaban vigentes, lo que forzó a Ottawa a tomar represalias.
François-Philippe Champagne, ministro de Finanzas de Canadá, dejó clara la postura del gobierno:
«Canadá responderá con determinación a todos los aranceles injustificados e impuestos irrazonables de EE.UU. Nuestro compromiso es proteger a los trabajadores, empresas e industrias nacionales».

Tensiones políticas
Paradójicamente, Canadá es el principal mercado de exportación de vehículos fabricados en EE.UU., con compras que alcanzaron los 35.600 millones de dólares canadienses (unos 25.000 millones USD) en 2024. A pesar de esta dependencia comercial, las tensiones políticas han llevado a Ottawa a adoptar una postura más agresiva.
Es de resaltar que el gobierno canadiense también está desarrollando un plan de apoyo a las empresas automotrices locales para mitigar el impacto económico y asegurar que las inversiones en el país no se vean perjudicadas. Por lo pronto, la decisión de Canadá refleja una estrategia de presión comercial, pero también conlleva riesgos. Por un lado, envía un mensaje claro a EE.UU. de que no cederá ante políticas proteccionistas. Por otro, podría encarecer los precios de los autos en su mercado.